El atizador de Wittgenstein

Por clbustos. En 2007-07-22 03:08:02 -0700
Categorías:
En los comienzos del año académico de 1946-47, recibí una invitación del Secretario del Moral Sciences Club, de Cambridge, para leer un artículo sobre algún ‘rompecabezas filosófico’. Sin la menor duda, se trataba, a todas luces, de la formulación de Wittgenstein, y tras ello estaba la tesis filosófica wittgensteiniana de que no existen genuinos problemas en filosofía, solo rompecabezas lingüísticos. Comoquiera que esta tesis era una de mis aversiones favoritas decidí hablar sobre “¿Existen problemas filosóficos?”. Comencé mi artículo (...), expresando mi sorpresa por haber sido invitado por el Secretario a leer un artículo ‘que estableciera algún rompecabezas filosófico’; y señalé que, al negar implícitamente que existiesen problemas filosóficos, quienquiera que hubiera sido el que escribió la invitación había tomado partido, quizá involuntariamente, en una cuestión creada por un genuino problema filosófico.
Innecesario es decir que aquello estaba pensado tan solo como una introducción desafiante y un tanto impetuosa a mi tema. Pero en este punto, Wittgenstein saltó con grandes voces y, a mi parecer, enojado, dijo: ‘El Secretario hizo exactamente lo que se le dijo que hiciera. Actuó según mis propias instrucciones.’ No tomé en cuenta este incidente y continué; pero resultó que al menos algunos de los admiradores de Wittgenstein, que se encontraban en el auditorio, sí lo tomaron en cuenta, y en consecuencia tomaron mi observación, expresada a título de broma, como una seria queja contra el Secretario. Y lo mismo le ocurrió al propio Secretario, como es patente en las actas, en las que registra el incidente, añadiendo una nota: ‘Esta es la forma de invitación del Club.’ No obstante, continué diciendo que si yo pensara que no había genuinos problemas filosóficos, no sería ciertamente un filósofo; y que el hecho de que muchas personas, o quizá todas, adoptaran irreflexivamente soluciones insostenibles para muchos o, quizá, todos los problemas filosóficos, proporcionaba la única justificación para ser filósofo. Wittgenstein saltó de nuevo interrumpiéndome y habló largo y tendido acerca de rompecabezas y de la no existencia de problemas filosóficos. En un momento que me pareció apropiado le interrumpí y presenté una lista que tenía preparada de problemas filosóficos, tales como: ¿conocemos las cosas a través de nuestros sentidos?, ¿obtenemos nuestro conocimiento por inducción? Wittgenstein rechazó estos problemas por ser más lógicos que filosóficos. Me referí entonces al problema de si existe el infinito potencial, o quizá incluso el actual, problema que rechazó por ser matemático. (Este rechazo se reflejó en las actas.) Mencioné entonces algunos problemas morales y el problema de la validez de las reglas morales. En este punto, Wittgenstein, que estaba sentado junto al fuego y había estado jugueteando nerviosamente con el atizador, que a veces usaba como batuta de director para recalcar sus afirmaciones, me desafió: ¡’dé un ejemplo de una regla moral!’, y yo repliqué: ‘no amenazar con atizadores a los profesores visitantes.’ Tras lo cual, Wittgenstein, en un acceso de rabia, tiró el atizador y abandonó furioso la habitación, dando un portazo.